Escribo esto, con el corazón en mano. Desbordando sentimientos y posiblemente delirios que se han armado en mi cabeza durante todo este tiempo.
Ha terminado, no ha terminado, ¿podría? No lo sé. Estoy atormentándome tanto y haciéndome tanto daño, me gustaría que parara. Me gustaría poseer algún reloj mágico y traspasar todo ese tiempo que me va a tomar reponerme. Tomar mi vida de nuevo. Pero no puedo hacerlo. Me queda esperar. Move on, dicen. Además, hace unos días, leía el escrito de un antiguo conocido. Decía que estaba harto de que cada vez que conocía a alguien nuevo e iniciaba una nueva temporada, todo llegaría a terminar. Que él ya conocía el dolor detrás de sentirse feliz. ¿Se entiende? Me refiero a que, cuando te sientes feliz o estás comenzando a sentirte feliz, dentro de ti existe algo que te dice que todo eso que sientes se convertirá en dolor sólo para multiplicarse. Es un pensamiento tan negativo y sin embargo, en el momento en el que estoy (que es cuando piensas que el dolor va a durar para siempre) sabes que es verdad. Y que probablemente pienses eso la siguiente vez que vuelvas a sentirte feliz.
Estoy consiente de todo el proceso del dolor. De lo que debe hacerse para evitarlo y superarlo. Pero, la cosa es, nadie, por más que sepa toda la guía, va a hacerlo. Es inevitable que tarde o temprano tengas ese encuentro con tus pensamientos que no querías tener. Que no te hubiese gustado saber. Porque en ese instante, caes. Yo misma me he visto reflejada en ello. Mis días (ahora todos de vacaciones) intento tenerlos ocupados, llenos. Para despejar mi mente y mantenerme al margen. Pero tarde o temprano llega ese maldito y odiado momento de llegar a la cama, recostarme y pensar. Pensar en todo eso que se supone no debías pensar. Todo cae. Todo duele. Intenté tantas cosas para evitarlo, para lograr superar las noches. La verdad es que no existe escapatoria. Ahora todos los días vivo pensando en el temor que me da el proceso de dormir.
Sin embargo, pensar en la cama no es el único dolor que habrá. Existirán otros. Como el de verte remplazado en el lugar de alguien más. Verte suplantado. Lo anterior, simplemente se saca en un abrir y cerrar de ojos si dejas que tu mente se de delirios. Pero de nuevo, inevitable. Ves a la persona que quieres mirando otros ojos, otras manos, otro cuerpo. Riéndose, hablando, acompañándose. Pesa. Va a pesar y seguirá pesando durante mucho tiempo. Sólo de eso estoy segura ahora.
Por si fuera poco, sabes que tienes que vivir una doble vida. La primera siendo la versión alegre de ti misma, la que no se está muriendo por dentro. La que es amable o como sea que eres normalmente, Para con los otros, para que no lleguen con la misma odiada pregunta: ¿estás bien? Y luego está tu otra vida, de la que intentas escapar en cuanto tienes la oportunidad. Pero, como dije más arriba, esa doble vida sigue siendo tuya así que se encontrarán eventualmente. Y por más de que hayas sido fuerte y te hayas mantenido a raya de lágrimas. Te encontrarás con tu corazón. Es duro verlo. Saber que se siente triste, dolido e ilusionado aún con su regreso. Y luego entra tu mente y te dice la realidad, o la realidad mezclada junto con todas esas cosas que tu mente junta para hacerte daño. Es normal. Así que una vez los tres juntos, el agua sale de su escondite y sale por las ventanas del alma.
Creo que todos hemos tenido un momento así. No solamente en un caso como el mío, en el que sufro por un amor. Puede destruirte casi todo en este mundo. Pero de una vez te digo que tienes permitido rendirte. Caer. Tirarte. Llorar y cubrir tu cara. Gritar. Es lo correcto. Soltar lo que uno siente. Lo que no es permitido es que más tarde, sigas ahí caída. Tuviste tu momento roto. Volverás a tener muchos. Recuperarte de lo que sea que te ha tirado es precisamente por lo que tendrás más momentos así. Pero justo después de tenerlos. Saldrás al mundo, completa. Luego volverás a estar rota y luego volverás completa. Y de nuevo, y de nuevo, y de nuevo. Es un bucle infinito. Es la vida.